El Cabildo otorga Gran Distinción Nivaria a Cristino de Vera, pintor tinerfeño
El jueves 9 de enero, la presidenta de la isla, Rosa Dávila, entregó al pintor tinerfeño Cristino de Vera la Gran Distinción Nivaria. El acto tuvo lugar en la Oficina de Canarias en Madrid. Dávila destacó la trayectoria y el valor de la obra artística del pintor lagunero que llevó el nombre de Tenerife a las más altas alturas del arte contemporáneo. Se aprobó por unanimidad en el Pleno la concesión de la Gran Distinción Nivaria al pintor Cristino de Vera.
«Hoy, con la concesión de la Gran Distinción a Nivaria, sumamos un nuevo capítulo a su extensa biografía, reconociendo su legado como legado irremplazable de nuestra sociedad. Este premio es nuestra forma de agradecerte por hacer de la luz y el silencio una obra de arte, por llevar el nombre de Tenerife a los más altos foros del arte mundial y, sobre todo, por recordarnos que el arte es esencialmente una expresión de vida. mismo», dijo Rosa Dávila.
Desde el mismo, el presidente insular trasladó el reconocimiento de la isla al pintor: «Es un honor para Tenerife tenerle como hijo predilecto y, desde hoy, como merecedor de nuestro máximo galardón».
La presidenta del Cabildo de Tenerife, Rosa Dávila, estuvo acompañada por el viceconsejero de Presidencia del Gobierno de Canarias, Alfonso Cabello; los consejeros de Presidencia y Cultura, José Miguel Ruano y José Carlos Acha, respectivamente; así como los concejales de la corporación insular, Aarón Afonso y Ana Salazar. También participaron la delegada del Gobierno de Canarias en Madrid, Rosa Aguilar, y el presidente de la Fundación Cajacanarias y de la Fundación Cristino de Vera; Margarita Ramos.
Datos biográficos
Cristino de Vera nació en Santa Cruz de Tenerife en 1931. En 1946 ingresó en la Escuela de Artes y Oficios de Santa Cruz de Tenerife, donde tuvo como maestro a Mariano de Cossío, su primer maestro. También tomó clases de dibujo en el estudio del escultor Alfonso Reyes y trabajó con su padre como representante farmacéutico.
En 1951 se trasladó a Madrid y, gracias a la intervención de su maestro Cossío, quedó bajo la tutela del pintor Daniel Vázquez Díaz, con quien estudió arte junto a otros de sus discípulos como Rafael Moneo y Canogar. Durante su estancia en Madrid, Cristino, de 17 años, pinta con luz natural mientras escucha música en su estudio de la zona de Bilbao. Los viajes de formación al extranjero permiten complementar el proceso de aprendizaje técnico de muchos artistas canarios con descubrimientos personales e intelectuales y el conocimiento de otras realidades artísticas. Los únicos artistas canarios conocidos en el panorama nacional del siglo XX son los emigrados como Cristino de Vera, Óscar Domínguez, Manolo Millares, Martín Chirino, César Manrique o Juan Hidalgo.
Influencias artísticas
De Vera entró en contacto con los grandes maestros del Museo del Prado, donde pasaba las tardes y se enamoraba de las obras de Zurbarán. También frecuenta el Casón del Buen Retiro y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, lo que, junto con sus clases en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y la participación en exposiciones de arte de alto nivel como la I Bienal de Arte Hispanoamericano , realizado en la capital, desarrollan en él un estilo y una estética que se vuelven únicos e inconfundibles con el paso del tiempo.
En 1962, Cristino de Vera recibió una beca de la Fundación Juan March para viajar por Europa. El pintor, ansioso por ver el mundo y descubrir el arte de cada lugar, se convierte en un viajero incesante. En la década de 1960 visitó lugares como Francia, varias regiones de Italia, Bélgica y Países Bajos. Vea las obras de Boticelli en la Galería Uffizzi de Florencia, vea a Picasso en París, salude a Cocteau o estreche la mano del artista Giacometti. Al final redacta el informe de viaje requerido por la beca de la Fundación Juan March y que se incluye en el libro La Palabra sobre Lienzo, publicado por Caja General de Ahorros de Canarias en 2006. En los años 70 continúa su viaje. por Europa junto a su esposa, la psicóloga Aurora Ciriza, su apoyo incondicional.
Visitando constantemente las Islas Canarias, tanto por su obra artística como por su vida personal, llegó a Nueva York en 1974 y en 1979 realizó varios viajes al Lejano Oriente (Japón, Bangkok, Nepal y China), India, México, Egipto, Marruecos, Roma, Paraguay y Brasil. Son años duros e intensos en los que se están construyendo las bases de la cultura de la democracia en España y su pintura se presenta congelada en el tiempo, al servicio de la meditación y la contemplación. Una nueva mística que, tras idas y venidas en exposiciones individuales y colectivas, convierte a Cristino en un artista enigmático y, al mismo tiempo, fundamental en el arte español de finales del siglo XX.
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